En dicho espacio se interviene para detener el deterioro de las citadas pinturas sobre piel, muy afectadas por la acción continua de las humedades, debidas a la deficiente ejecución de las cubiertas. Las principales causas de estas patologías encuentran explicación en la operación que el “restaurador-adornista” Rafael Contreras dirigió entre los años 1855 y 1857, periodo en el que se sustituyó la primitiva cubierta homogénea de la sala por otra dividida en distintos pabellones, implicando un cambio significativo no solo en su configuración, sino en su comportamiento frente a los agentes atmosféricos.
Con carácter previo, se efectúa una consolidación de las armaduras de los tres grandes pabellones principales y una revisión completa de la sustentación de los mocárabes que forman las principales bóvedas que ambientan la sala. Así mismo, se instala una sobrecubierta metálica provisional para proteger el área de trabajo y se levantan las cubiertas de los pabellones menores sobre las bóvedas de las alcobas envolventes –incluidas las tres pintadas–, para reformarlas disponiendo una cubierta unitaria en forma de “U” en torno a los tres principales de mocárabes y así mejorar su comportamiento y mantenimiento futuros.